
La abreación es una reacción emocional intensa que surge cuando una persona toma contacto con su trauma psicológico. Cuando salen a la luz muchos de esos recuerdos dolorosos reprimidos del ayer, se abre el momento más decisivo en terapia.
La abreacción es una reacción emocional inconsciente que surge al tomar contacto con recuerdos traumáticos. Por lo general, esas experiencias tienen su origen en la infancia y trazan improntas de elevado dolor que en un momento dado la persona reprime. Es sobre todo en terapia psicológica cuando la mente vuelve a tomar contacto con esos fragmentos del ayer.
De algún modo, quien y más y quien menos sabe lo que es un trauma psicológico. La persona que no lo ha vivido en piel propia seguro que conoce a alguien que ha pasado por esa tesitura de gran impacto mental. Algo que sucede con frecuencia es que hay hechos pretéritos que uno no se atreve a reconocer o a recuperar de la memoria debido a esa carga de emociones negativas.
Vivir con traumas es existir en una nebulosa en la que hay hechos difíciles de comprender y no procesados. La abreación es una reacción que facilita traer a la conciencia mediante el recuerdo y la verbalización algo que estaba oculto. Y cuando esto ocurre, se abre el proceso terapéutico más decisivo.
No basta con hacer que la persona descargue todas esas emociones. Hay que trabajar toda esa energía dolorosa que acaba de emerger de entre las vetas de los traumas para ir sanando poco a poco. Es un proceso laborioso que requiere del compromiso del paciente y la buena labor del profesional.
¿Qué es la abreación?
La abreación tiene su origen en Sigmund Freud y Joseph Breuer. Este término parte de un neologismo conformado por dos ideas: reaccionar y descargar. Fue precisamente en los estudios sobre la histeria cuando el padre del psicoanálisis describió este interesante proceso: “es con el lenguaje donde la persona encuentra un substitutivo de la acción para tomar contacto con el hecho traumático y liberarlo, originando así la abreación”.
Se trata de un mecanismo no solo normal, sino también necesario. Gracias a él, se descarga un afecto que la escuela psicoanalítica definió como “estrangulado”, es decir, se libera un estado emocional reprimido y complejo que se devuelve a la conciencia para que el paciente pueda entonces trabajar en él.
Asimismo, algo que entendieron tanto como Freud como Breuer es que la recuperación no llega únicamente con expresar o revivir emociones. Los supervivientes de los traumas deben confrontar, entender y trabajar toda esa afección que ha ido de dentro afuera.
Los traumas siempre permanecen latentes
Un trauma siempre deja pistas. Está latente en el cerebro, alterando la forma que tiene la persona de reaccionar ante determinadas circunstancias, de relacionarse, de percibirse incluso a sí misma. Lo traumático también se impregna en el cuerpo. Un ejemplo, investigaciones como las realizadas en la Universidad de Waterloo, en Canadá, destacan algo en esta dirección.
Las personas que sufrieron traumas en la infancia tienen un riesgo mayor de desarrollar enfermedades crónicas. Es decir, estos hechos de elevado estrés quedan impregnados en nosotros de muchas maneras. Y no solo eso, el cerebro tiene capacidad de vincular cualquier estímulo presente con la amenaza aterradora del ayer.
Un olor, un sonido o una imagen pueden llevar a la persona hasta su pasado para provocar una abreacción. Entonces, surgen las lágrimas, los temblores, la sensación de alarma, la turbación… Si esta experiencia aparece en la vida diaria, la persona puede sentirse bloqueada.
En cambio, cuando aparece durante la terapia es una buena oportunidad para recordar más hechos y verbalizar el recuerdo traumático. La liberación guiada puede transformar el elemento patógeno en un estado más saludable, según el psicoanálisis.
Abreacción planificada y abreacción espontánea
Existen dos tipos de abreacción: la que surge de manera casual a raíz de estímulos vinculados al trauma y la que puede facilitar el terapeuta en medio de la terapia. De este modo, técnicas como el EMDR (desensibilidación y reprocesamiento por medio de movimiento ocular) suelen trabajar con frecuencia las abreacciones emocionales.
El objetivo en este enfoque terapéutico es transformar la información almacenada de manera disfuncional en un recuerdo más integrador y menos patológico. Para ello, la actitud y buen hacer del psicólogo es decisiva. Porque debe brindar a la persona un apoyo y seguridad contante para que, desde una distancia compasiva, el paciente pueda responsabilizarse de lo sucedido, reformulando ideas, creencias y emociones.
La terapia abreactiva del estado del yo
La abreacción no se usa como forma única de herramienta terapéutica, sino que suele integrarse en un marco más amplio. Aún más, se necesita de un profesional muy entrenado en el tratamiento de los traumas para llevarla a cabo. Porque una vez abrimos esa puerta y la persona vuelve el rostro hacia su pasado y aparece la reacción emocional, es necesario llevar a cabo la labor más decisiva: trabajar esas reminiscencias.
Freud señalaba que la hipnosis era un buen método para trabajar las resistencias y favorecer la abreacción. Sin embargo, en la actualidad, disponemos de modelos como la terapia abreactiva del estado del yo que se enfoca también en el tratamiento del trauma. Es más, trabajos de investigación como los realizados en la Universidad Estatal de Washington, avalan su utilidad.