El tipo de alimentos que elegimos deja huella en el medio ambiente, pero no siempre somos conscientes de su profundidad. Para avanzar hacia modelos con menor repercusión ecológica es necesario modificar nuestros hábitos de consumo y nuestra manera de comer. Y no es fácil. Así lo expone el ‘Estudio sobre el impacto ecológico de los hábitos alimentarios de la población española‘, publicado recientemente por la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios (Hispacoop). El trabajo, que recoge la opinión de la ciudadanía y de expertos en la materia, desvela cuáles son las principales barreras hacia un modo de alimentación más sostenible y respetuoso con el entorno.

Elegimos cada día qué comemos y qué no. Decidimos qué ponemos en la cesta de la compra, qué picamos entre horas, cómo hacer una cena exprés o cuál es la merienda habitual de nuestros hijos. Pero estas elecciones que hacemos de forma rutinaria están condicionadas por diversas circunstancias.

«Los hábitos cotidianos se ven influenciados por múltiples factores que inciden de manera directa e indirecta en la elección de alimentos». Estos factores constituyen, en muchas ocasiones, barreras para mitigar el impacto ecológico de nuestros comportamientos de compra y consumo de alimentos. La reflexión pertenece al estudio de Hispacoop, que se acaba de publicar, y cuyo principal objetivo es indagar sobre el impacto ecológico de los hábitos alimentarios de la población española.

Según desvela este trabajo, en el que se han entrevistado a cuatro especialistas y más de 1.100 personas de todas las comunidades autónomas, la idea de que los hábitos de alimentación tienen consecuencias en el medio ambiente está bastante generalizada: ocho de cada diez ciudadanos consideran que las maneras de comprar y consumir dejan huella.

Además, hay consenso sobre la importancia de modificar los hábitos de alimentación: el 79,8 % de las personas consideran que el cambio es necesario. Sin embargo, tanto los expertos consultados como un amplio porcentaje de la ciudadanía (73,9 %) subrayan las dificultades de hacer estos cambios.

Los entornos influyen en las maneras de comer. Y el nuestro, apunta el dietista-nutricionista Manuel Moñino, ha cambiado mucho en los últimos años. En la actualidad, «hay una disponibilidad muy alta de alimentos de baja calidad nutricional con un alto impacto medioambiental, que además han sido envasados; alimentos que han utilizado en sus formulaciones componentes que vienen de sobreexplotaciones agrícolas de otras regiones del mundo», detalla el vicepresidente segundo del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas.

Tanto Moñino como el resto de expertos consultados para el estudio coinciden en que hay importantes obstáculos para modificar esta dinámica de consumo. Entre ellos, destacan los siguientes: