
La idea de la felicidad ha sido una de las búsquedas constantes en las reflexiones de los filósofos a lo largo de la historia. El planteamiento que aportó el pensador y fraile católico Tomás de Aquino, el más famoso de todos los filósofos cristianos medievales, resulta especialmente interesante.
En concreto, este teólogo italiano de la Edad Media ofreció una perspectiva compleja sobre la felicidad en su obra magistral, la ‘Summa Theologica’. Así, para Tomás de Aquino, la felicidad es el objetivo último y fundamental de una vida humana ‘perfecta’.
En general, su enfoque se basa en una combinación de filosofía aristotélica y teología cristiana, lo que le permite indagar sobre la naturaleza y la búsqueda de la felicidad desde distintos puntos de vista. Y es que, hay que tener en cuenta que este sabio llevó a cabo una ambiciosa tarea de reconciliación entre la filosofía de Aristóteles, una figura referente dentro de su pensamiento, y el dogma cristiano.
Así, para Santo Tomás de Aquino, una felicidad verdadera y sólida no consiste en la acumulación de placeres momentáneos o en la satisfacción de deseos egoístas, sino en la realización de la virtud y la conformidad con la voluntad divina. Por tanto, argumenta que el auténtico bienestar proviene de vivir una vida honesta, en consonancia con los principios éticos y morales que Dios nos habría revelado.

Se considera que, para Tomás de Aquino, la virtud es fundamental para alcanzar la felicidad. Las virtudes se entienden, tanto desde el punto de vista ético como teológico, como hábitos buenos y estables que guían nuestras acciones hacia el bien y nos llevan a la plenitud como seres humanos.
En efecto, las virtudes morales como la prudencia, la justicia, la fortaleza o la templanza, nos ayudarían a vivir una vida ética y equilibrada en relación con los demás y con nosotros mismos, según la filosofía de Santo Tomás de Aquino.
Precisamente, la Universidad de Salamanca editó un trabajo del investigador Jesús Manuel Conderana en el que se analizan temas como la necesidad de la virtud para una vida buena, la prudencia como virtud moral o la relación las virtudes morales en la obra ‘Summa Theologiae’ de Tomás de Aquino.
Pero además de las virtudes morales, este filósofo medieval habla de las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Estas virtudes se centran en Dios y nos ayudarían a relacionarnos con Él y a orientar nuestras vidas hacia la comunión con lo divino, de acuerdo con el mensaje que transmitió este pensador.

Por un lado, la fe nos conectaría con la verdad revelada por Dios; mientras que la esperanza nos da la confianza en su promesa de salvación y, por otra parte, la caridad nos impulsaría a amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, según su planteamiento.
Asimismo, Tomás de Aquino también sostiene que la felicidad completa solo se puede alcanzar en la vida eterna, cuando el alma se une plenamente con Dios en el cielo. No obstante, según las reflexiones de este filósofo, incluso en esta vida terrenal, podríamos experimentar un grado de felicidad ‘anticipada’ al vivir de acuerdo con la virtud y acercarnos a Dios a través de la oración, la contemplación y la práctica de las virtudes.

Por su parte, el investigador Benjamín Olivares Bøgeskov, de la University College Capital de Copenhague (Dinamarca), realizó en 2013 un trabajo de investigación sobre el pensamiento de este filósofo. En su estudio, afirmaba: “De acuerdo con Santo Tomás, la perfección de la vida humana, (en la cual se haya su fin último y su felicidad), no es otra cosa que la operación más perfecta de la potencia más perfecta”.
“De entre las virtudes intelectuales la más digna es la sabiduría, la cual es más digna incluso que la prudencia, que hace al hombre moralmente bueno”, explicaba el investigador. De este modo, en palabras de Olivares, “el acto de contemplación intelectual informado por la virtud de la sabiduría sería el acto más perfecto del ser humano, y consecuentemente, en él encontraría el hombre su fin último y su felicidad”.
Uno de los filósofos más importantes de la Edad Media
Santo Tomás de Aquino nació en 1225 en Roccasecca (Italia). Se formó en la Universidad de Nápoles y luego tomó el hábito dominico, en contra de los deseos de su familia. Tras su ingreso en la orden de los dominicos, Tomás de Aquino fue discípulo de Alberto Magno y desempeñó su labor docente en París, Roma, Bolonia y Nápoles.
En 1273 experimentó lo que se ha considerado tanto una especie de visión como un posible ictus. Falleció cuando tenía 49 año y la Iglesia Católica lo canonizó en 1323. Entre sus obras principales, se encuentran: ‘Cuestión disputada sobre la verdad’ (1256-1259); ‘Summa Theologica’ (1265-1274) o ‘Sobre la eternidad del universo’ (1271).

Tomás de Aquino representa la época dorada de la escolástica, caracterizada por la construcción de grandes sistemas filosóficos: imponentes catedrales elevadas hacia Dios cuyos cimientos arraigan en la terrenal filosofía aristotélica.