En este artículo, presentamos una variedad de tratamientos psicológicos eficaces para el alcoholismo. Los dos grandes grupos van enfocados bien a la abstinencia o al beber controlado y se eligen en función del tipo de paciente.

La mayoría de los tratamientos psicológicos en el alcoholismo se basan en el modelo cognitivo-conductual. Este asume que dicha sustancia es un poderoso reforzador capaz de mantener la autoadministración de alcohol. Así, el modelo cognitivo-conductual ofrece una alternativa al planteamiento clásico del alcoholismo como enfermedad y, por lo tanto, al modelo médico.

El objetivo último de los tratamientos psicológicos en el alcoholismo se dirige a disminuir la preferencia de la persona por el alcohol, al tiempo que se incrementa su preferencia por otras actividades que van a posibilitar mantener un funcionamiento adaptativo a largo plazo.

Otro objetivo podría ser, dependiendo del paciente con el que nos encontremos, sus recursos personales y el entorno familiar o social, entrenar en un uso no problemático de la sustancia. Es lo que se ha llamado el beber controlado.

Actualmente, en los tratamientos psicológicos en el alcoholismo podemos diferenciar dos grandes bloques de intervención: los destinados a la abstinencia y los que tienen el objetivo de conseguir un consumo no peligroso, de un modo controlado. Pasamos a describirlos a continuación.

Tratamientos psicológicos en alcoholismo orientados a la abstinencia:

De entre los tratamientos psicológicos en alcoholismo que se orientan a que el paciente deje de beber de forma radical, la revisión científica indica como útiles los siguientes:

Entrenamiento en habilidades sociales o autocontrol

Se utiliza en pacientes que carecen de adecuadas habilidades inter e intrapersonales o que no pueden controlar su estado emocional si no es a través del alcohol. Se ha visto que los bebedores consumen menos alcohol si en una situación social estresante disponen de una estrategia de afrontamiento alternativa.

Un ejemplo podría ser el manual de Monti y colaboradores (2002) que provee estrategias sociales tanto para el paciente como para su red de apoyo sin recurrir al consumo.

Aproximación de refuerzo comunitario

Se orienta a cambiar el estilo de vida relacionado con el consumo de la sustancia. Incluye técnicas como la solución de problemas, terapia familiar conductual, consejo social y entrenamiento en búsqueda de empleo. También puede usarse para el beber controlado.

Terapia marital conductual

Consiste en pasar de que el consumo de alcohol sea reforzante a que la abstinencia sea la meta. Se busca la implicación en actividades que sean satisfactorias, especialmente las que no implican beber, unido a la pareja.

Terapia aversiva

El objetivo es reducir o eliminar el deseo del invididuo por el alcohol. Se utilizan distintos estímulos o imágenes de manera que se consiga una respuesta condicionada negativa a los indicios que se relacionan con el beber (color, olor…).

Se han utilizado distintos estímulos aversivos, desde la clásica descarga eléctrica con Kantorovich en 1929 hasta la aversión química o en imaginación.

Prevención de recaídas

El más conocido es el de Marlatt y Gordon. Se le da un gran peso al cliente como responsable de su cambio de conducta y, por tanto, al mantenimiento de dicho cambio una vez conseguido.

La prevención de recaídas debe tener en cuenta el incremento de sus estrategias de afrontamiento ante situaciones de estrés de alto riesgo.

Tratamientos orientados al beber controlado

Se utilizan cuando la persona no quiere llegar a la abstinencia completa o no se tienen problemas físicos. El programa más representativo de este grupo de tratamientos psicológicos en el alcoholismo es el de Sobell y Sobell.

El Programa de Sobell y Sobell tiene como objetivo lograr que los bebedores problema no se conviertan en crónicos. Se enmarca en una aproximación de automanejo, ya que el objetivo es hacer una intervención breve, en la que sea el individuo el que ponga en práctica por sí mismo muchas de las estrategias que se les enseñan.

El programa de Sobell y Sobell dura cuatro semanas y se lleva a cabo de forma ambulatoria. Es poco intensivo en la clínica, pero con suficientes tareas para casa. Pretende que finalmente la persona produzca su propio cambio.

Algunas de sus recomendaciones son las siguientes: no consumir más de 3 unidades de bebida al día y no beber más de 4 días en la semana, con el objetivo de reducir el nivel de tolerancia al alcohol. No beber en situaciones de alto riesgo, no beber mas de una unidad de bebida por hora, dilatar 20 minutos el tiempo entre la decisión de beber y beber.

Es un programa en el que cobra gran importancia el entrenamiento en solución de problemas y la prevención de recaídas para que la persona delimite aquellas situaciones relacionadas en su vida con el consumo y tenga estrategias para hacerles frente.

Conclusión

Tanto para la abstinencia completa como para el beber controlado, el fin último es que el paciente aprenda estrategias alternativas que frenen los impulsos de beber alcohol. Bien sea aprendiendo habilidades sociales en las que decir que no a personas que nos incitan a beber o solucionando de forma eficiente aquellos problemas que se solucionan con el alcohol.

En este sentido, sobre todo el programa de beber controlado, cobra gran importancia en la actualidad, debido al gran incremento de jóvenes que afrontan sus problemas y emociones a base de beber de forma desmesurada los fines de semana.

Es una meta lograr que estos jóvenes no lleguen a convertirse en bebedores patológicos y que aprendan formas efectivas de manejar sus vidas que no impliquen el uso de drogas.